
El banco bajo la encina: donde empezó todo
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A veces, los grandes comienzos no llegan de la forma esperada.
Llegan en silencio.
Esto fue lo que vivió Clara, una chica de Badajoz que creció viendo a su padre lijar, cortar y montar muebles con una pasión que no necesitaba explicaciones.
Desde pequeña, la madera era parte de su vida. No como un trabajo, sino como un lenguaje.
El sonido de una sierra en marcha, el olor a pino recién cortado… todo eso le recordaba a casa.
Pero cuando su padre falleció, Clara dejó de construir. Tenía miedo.
Miedo de no estar a la altura.
Miedo de fallar.
Miedo de que sin él, ya no tuviera sentido.
Durante años, trabajó en una oficina. Pantallas, correos, prisas. Lo hacía bien, pero algo dentro no encajaba.
Hasta que un domingo de primavera, se escapó al campo. Al terreno donde solían pasar los veranos.
Y se sentó en “el banco”.
Uno de madera vieja, medio hundido en la tierra, al pie de una encina gigante que había visto más historias de las que se pueden contar.
Allí, mirando los nudos desgastados de la madera, Clara sintió que algo seguía vivo.
Ese banco lo había hecho su padre con restos de una puerta antigua, y aún después de 30 años, seguía aguantando.
Resistente. Sencillo.
Como él.
Fue en ese momento cuando tomó la decisión. No tenía todo claro. No sabía por dónde empezar.
Pero sabía por qué quería hacerlo.
Empezar, incluso con miedo
Volvió a Badajoz, buscó herramientas y se acercó a Madercentro con la idea de hacer su primer proyecto en años: una pequeña estantería para su casa.
“Quiero algo que dure”, dijo.
Le ayudamos a elegir una madera noble, fácil de trabajar pero duradera. Nogal español.
Poco después, nos enseñó el resultado.
No era perfecta. Pero era suya.
Y fue el primer paso hacia su sueño: abrir su propio taller artesanal.
Hoy, Clara vende muebles hechos a mano en todo Extremadura. Cada pieza lleva un sello discreto con forma de hoja de encina.
Lo que la madera nos enseña
Cada madera cuenta una historia. Algunas nacen para ser mesas, otras para ser puertas, otras… simplemente para sostenernos mientras decidimos qué hacer con nuestra vida.
La madera tiene paciencia.
Es noble.
Es fuerte, incluso cuando el mundo alrededor cambia.
Y por eso en Madercentro no vendemos solo materiales.
Acompañamos proyectos.
Soñamos con nuestros clientes.
Y celebramos cada estantería, cada banco, cada taller que nace en Badajoz y más allá.
Porque no importa si estás empezando o llevas años:
si sabes por qué lo haces, la madera sabrá cómo ayudarte.